sábado, 13 de septiembre de 2008

Bendito Desierto: la reivindicación de Antofagasta

Estuve un par de días en Antofagasta por trabajo. Convengamos que no es una linda ciudad y, además, tuve problemas para conseguir hotel y terminé en uno de “emergencia”. La cena de la primera noche fue un chiste, porque después del partido Chile - Colombia, la turba que fue a verlo en la pantalla gigante del pub-restaurant se lo había comido todo.

Pero anoche llegó llegó la reivindicación de Antofagasta. Con los amigos locales fuimos a cenar al Bendito Desierto. Este restaurant queda en la costanera de la ciudad y tiene una ambientación al estilo San Pedro de Atacama, obteniendo una inusual combinación de desierto con vista al mar. De hecho en el centro del local el techo tiene una abertura (recordemos que en Antofagasta no llueve nunca), bajo la cual encienden un fogón que le da un toque muy simpático.

La comida partió con los típicos pancitos de cortesía, que en realidad de típicos no tenían nada. Estaban deliciosos!!! Pedimos repetición y se fueron todos. Eran unos pancitos amasados, calientes, untados con mantequilla, un toque de ajo y orégano. Menos mal que después llegó el plato principal, porque podríamos haber seguido enviciados comiéndolos.

De fondo, yo pedí una “albacora bendito desierto”. Un trozo de albacora preciso en su tamaño (aunque tal vez mi mujer lo habría encontrado grande), en salsa de mantequilla y alcaparras, acompañado por papas salteadas. En esencia es un plato sencillo, pero estaba sencillamente delicioso. Además, un justo equilibrio en un plato que no es liviano, pero tampoco es pesado para comerlo en la noche. Mis amigos pidieron otros platos -no me acuerdo de los nombres- pero coincidieron que estaban muy buenos. Dado que estábamos en un ambiente más bien informal, lo acompañamos todo con cerveza en vez de vino, pero entonó bastante bien con la comida.

El postre mereció toda un análisis antes de pedirlo. El garzón recomendó la crème brulée y debo decir que soy suuuuuuper exigente con este postre. He probado muchos, incluso en su originaria Francia, y en Santiago hay apenas uno o dos que aprueban. Después de explicarles a mis amigos de qué se trataba el postre, los tres lo pedimos. De sabor y consistencia estaba bastante bien, incluso la innovación de ponerle unas “rayas” de chocolate encima (así como ahora está de moda poner caramelo) me pareció simpática, pero el chef cometió un pecado imperdonable: le faltó caramelo en la superficie. Le puso poca azúcar, le faltó intensidad al soplete o ambas, pero el resultado fue que se perdió esa sensación cremosa-crujiente que debe tener toda crème brulée.

Por último, hay que decir que no es un restaurant barato (bueno, nada lo es en Antofagasta), pero en la suma general, el Bendito Desierto sale aprobado con honores y es toda una sorpresa para uno que, desde Santiago, espera una ciudad sin demasiadas sofisticaciones.

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