miércoles, 9 de enero de 2008

Cuento: La Reunión

Originalmente no era mi intención publicar mis cuentos en este blog, en realidad escribo cuentos con muy poca frecuencia, pero mi mujer me dijo que el último le había gustado mucho y que debía publicarlo. Pues bien, acá está.

LA REUNION

Ella estaba en su oficina, repasando en voz alta el argumento que daría al juez, cuando la recepcionista abrió la puerta y la interrumpió para avisarle que había llegado su cita de las 18 horas. Ella mantuvo un tono cortés a pesar de la interrupción y le pidió que hiciera pasar al cliente a la sala de reuniones.

Antes de dirigirse a la reunión fue al tocador, ya que le gustaba lucir impecable cuando recibía clientes, pero con éste se preocupaba más que con cualquier otro. No recordaba con exactitud hace cuántos años lo conocía, pero su empresa había sido un muy buen cliente por muchos años. Se acomodó el cabello, se pintó un poco los labios en ese color rojo oscuro que tanto le gustaba y se puso unas gotas más de perfume en el cuello. Cuando estuvo lista, pasó por su escritorio a recoger la carpeta con los antecedentes del caso y se dirigió con paso firme a la sala de reuniones. Apenas entró vio al hombre que la esperaba, él se levantó de la silla y se saludaron cariñosamente. Luego, se sentaron en lados opuestos de la mesa, quedando él con la biblioteca a su espalda.

A ella le gustaba sentarse en ese lado de la mesa, porque en momentos de tensión se relajaba contemplando la nutrida biblioteca. Le fascinaba esa biblioteca porque era de muro a muro y estaba llena de libros de distintos colores y tamaños, algunos nuevos y otros desgastados por el uso, pero casi todos relacionados con su trabajo. A su derecha, había una gran ventana y desde ese lugar tenía el mejor ángulo para ver el verde parque que se extendía fuera del edificio. En el lado opuesto a la ventana, había un sofá color crema coronado por un gran cuadro que completaba la sobria decoración de la sala.

Comenzaron a discutir el caso, que era bastante complicado porque los empleados que habían estafado a la empresa habían usado un método muy sutil y difícil de probar. Los papeles se fueron desordenando sobre la mesa y llegó un momento en que él ya no pudo seguir el hilo de los argumentos, que incluían un sinnúmero de palabras y conceptos legales no muy familiares para él. Ella le explicó lo mejor que pudo, pero ya era tarde y había sido un día largo y agotador. En realidad, él ya no tenía muchas ganas de concentrarse. La abogada se dio cuenta y le ofreció prestarle un libro donde marcaría todos los conceptos importantes para que pudiera estudiarlos en otro momento con más tranquilidad.

Por supuesto que el libro en cuestión estaba en la biblioteca, en una de las repisas más altas, como se daría cuenta ella tras buscarlo desde su silla por unos instantes. Cuando lo vio hizo un gesto de aprobación, le apuntó con el dedo, se levantó y rodeó la mesa caminando. Sabía que era un libro grande y bastante pesado, pero confió que con sus tacos altos lo alcanzaría sin problemas. Cuando llegó a la biblioteca, se estiró lo más que pudo y lo alcanzó con los dedos. El hombre ya se había puesto de pie para ayudarla, cuando ella perdió el equilibrio y el libro cayó pesada y ruidosamente al suelo. El la tomó por la cintura y consiguió evitar que ella también terminara en el suelo, pero la situación fue un poco incómoda, ella se avergonzó y cerró los ojos con la esperanza de que nadie más en la oficina se hubiese dado cuenta.

Cuando abrió los ojos un segundo después, se encontró con la intensa mirada de su cliente y, sin poder dejar de mirarlo a los ojos, se volvió a poner en pie, pero él la seguía sosteniendo de la cintura. Todavía un poco avergonzada y nerviosa puso sus manos sobre las de él con la intención de soltarse, pero al contrario de lo que esperaba sintió cómo el hombre se le acercaba acorralándola de espaldas contra la biblioteca. Ella volvió a cerrar los ojos, lo último que vio fue el rostro de su cliente muy cerca. Se dejó llevar, se concentró en las manos que la apretaban por la cintura y sintió un leve roce en sus labios. Respondió el beso con pasión y luego sintió cómo la boca de su cliente le besaba el cuello y se iba abriendo paso por su escote mientras le abría los botones de la blusa.

De pronto recordó que estaban en la sala de reuniones de su oficina y que alguien podría verlos. Su cuerpo se tensó por un instante, pero pensó que ya era tarde y que seguramente todos se habrían ido. Volvió a relajarse, sintió las manos del hombre ahora acariciando sus piernas, subiendo su falda y los mismos labios tibios que antes habían besado su boca ahora, calientes, besaban sus muslos. Era tanta su excitación que no se dio cuenta cuándo él le sacó la ropa interior. Sólo se percató cuando él se puso de pie y, mientras volvía a besarla en la boca, con una de sus manos le acariciaba entre las piernas. Así, cedió finalmente al deseo, le sacó el cinturón y abrió su pantalón.

Sintieron pasos justo fuera de la sala de reuniones. Por una rendija, ella pudo ver una sombra. Se había detenido frente a la puerta… Unos segundos después continuó su camino.
Pero a ellos no les importó, porque ahí, contra la biblioteca, hicieron el amor.

Era lo más emocionante que ella había hecho en mucho tiempo. Pensó en los comentarios de sus amigas si les contaba su aventura. Seguramente le dirían, muertas de envidia, que era un loca, lo que la hizo sonreír con satisfacción. Esa satisfacción, en todo caso, no se comparaba con la sensación que tenía después de haber hecho el amor con ese hombre y en ese lugar. Ahora yacían en el sofá, con sus cuerpos semidesnudos, calientes y totalmente relajados. Ella estaba recostada sobre él, que la mantenía abrazada por la espalda y seguía besándola en los hombros y cuello. Sus labios ya no estaban pintados, su pelo estaba desordenado ─ya no le importaba─, pero las gotas de perfume que se había puesto todavía se dejaban sentir intensamente. Instintivamente, miró su reloj e inmediatamente deseó no haberlo hecho. Le dijo al hombre:

─Mi amor, es tarde, tenemos que ir a la casa a buscar a los niños, recuerda que les prometimos llevarlos hoy a cenar sushi.

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